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Recuerdo que cierto hombre me dijo que tenía dificultades para llevarse bien con las personas. Era un actor y era uno bueno, pero nunca pudo llevarse bien con sus directores, productores o con los que trabajaban con él. Siempre estaban en desacuerdo.
Me pareció que su verdadero problema estaba en el fondo de sí mismo, pero él no entendía que detrás de todo sólo existe un único Poder. No había llegado a ver que todas las personas con las que se relacionaba estaban enraizadas en la misma vida.
A medida que hablábamos juntos, se le fue ocurriendo esta idea de la realidad de la Presencia única en todos. Y entonces llegó el día en que pude decirle que si se encontraba con el Dios de los demás, el Dios de los demás le respondería.
Por fin, se dio cuenta de que todo era muy claro. Se dio cuenta de que en realidad estaba maldiciendo su entorno. Por supuesto que no es tu intención hacerlo, pero lo hacía. Le di esta vieja fábula china que dice que es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad. Le dije: “Tú eres esa vela”.