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Cuando descubrimos una energía en la naturaleza y cómo utilizarla, nos damos cuenta de que no es por nuestra fuerza de voluntad o por la forma de nuestro pensamiento que opera, porque nuestro pensamiento y nuestra voluntad fueron simplemente los instrumentos mentales que utilizamos para descubrir algo que es auto-operativo.
Tomamos el pensamiento y tomamos una decisión consciente cuando cableamos un edificio para la iluminación eléctrica, y sin embargo, nuestro pensamiento no crea la energía que ilumina el edificio. Simplemente la canaliza. Decide cómo vamos a utilizarla. Siempre estamos utilizando las fuerzas silenciosas de la naturaleza que parecen fluir a través de todo y de todos. Por ejemplo, instalamos un generador junto a una cascada y sacamos energía. El generador es algo mecánico. Nuestro uso de la energía que fluye a través de este instrumento mecánico es nuestra voluntad y nuestra elección.
Ahora bien, hay otro tipo de cascada y otro tipo de instrumento mecánico por el que fluye. Este otro tipo de energía es un poder espiritual que fluye a través de nuestro pensamiento. Jesús había puesto su generador en relación con Este Algo llamado Vida y la ley del Bien, que era capaz en todo momento, y bajo cualquier circunstancia, de recurrir a una energía espiritual que fluía a través de él hacia la acción. Utilizó esta energía para sanar a los enfermos, para resucitar a los muertos, para dar la vista a los ciegos, y de mil maneras más.
Y Jesús no dijo: Yo soy el único que conoce la cascada eterna o la ley del Bien. No dijo: Soy el único que tiene un generador. No dijo: Soy el único al que Dios ha elegido para usar este poder. Esto es exactamente lo que Jesús nunca dijo, porque no sólo era el más inspirado, sino también el hombre más inteligente que jamás haya existido.
Lo que Jesús sí dijo fue: Lo que yo he hecho, vosotros también podéis hacerlo. Dijo: Observa lo que yo hago y aprende a hacerlo por ti mismo. Pero de alguna manera peculiar hemos tratado de interpretar las palabras de Jesús como si no quisieran decir exactamente lo que dijeron y, de hecho, Jesús quiso decir lo que dijo y dijo lo que quiso decir, nada más y nada menos. Este es el gran error que hemos cometido. Este es el error en el que hemos caído.