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Primero comencemos con el pensamiento de que todos estamos unidos a fuerzas invisibles que son creativas, que somos uno con una Mente universal que puede hacer cualquier cosa. Luego consideremos que somos centros en esta Mente y que la suma total de todos nuestros pensamientos está atrayendo silenciosamente el bien hacia nosotros o repeliendo. La tercera es que podemos cambiar nuestro pensamiento y, al hacerlo, hacer que la Ley del Bien actúe afirmativamente para nosotros en lugar de negativamente.
Empecemos con la idea número uno. Estamos rodeados por una Mente creativa que reacciona a nuestro pensamiento. Esta es la base de toda fe y de toda oración efictiva. Por eso Jesús nos dijo que cuando oramos debemos creer que ya tenemos lo que deseamos. Cuando Jesús dijo que se nos da lo que creemos, dio a entender que hay un Poder que puede, quiere y debe reaccionar ante nosotros. Pero este Poder no tiene otra opción que la de reaccionar ante nosotros de la manera en que creemos. Este Poder actúa como una ley que opera sobre nuestras creencias. Por eso dijo que se nos da de acuerdo a lo que creemos.
Hasta la época de Jesús se creía que Dios podía ayudarnos, que había concesiones que hacía si le complacíamos o si realizábamos ciertos ritos o ceremonias. Jesús cambió estas suposiciones en certezas. Dijo simple y directamente que hay un Poder que opera sobre tu creencia, de acuerdo la forma en que crees. Por lo tanto, añadió, asegúrate de creer que ya tienes lo que deseas y entonces la Ley del Bien te lo traerá. Pero incluso la Ley del Bien, que es todopoderosa, sólo puede traerte tanto bien como tú lo aceptes. Esta aceptación es un acto de tu propia mente, es un acto de fe.